16 sept 2014

Broto-Sorolla

Enrique Broto, director general y adúltero profesional, se ajusta el nudo de la corbata.

- Por favor, que no vean a mamá así.

Angustias Sorolla da tres palmadas y se acurruca un poco mejor en lo alto del armario. Su hijo la mira con los mismos ojos muertos con los que mira a sus trabajadores cuando estos se quejan o a su mujer, en general. Su voz se vuelve más insistente:

- González, por favor, ve a buscar a alguien y venid a ayudarme.

Juan González, calderero, oficial de tercera, reacciona por fin, asiente torpemente y sale de la oficina cargando a sus espaldas una mezcla de alivio por haber escapado y terror por tener que volver. Enrique Broto suspira:

- Mamá, hoy vienen a hacerme la entrevista.

- No me llames mamá. Soy la Virgen del Pilar. Llama a Cándido, dile que traiga flores.

Cándido Broto, jefe de personal y alcohólico habitual, en estos momentos ni siquiera se encuentra en la ciudad.

- Mamá, Cándido está en Alicante. Lo sabes perfectamente. No sé por qué...

Doña Angustias comienza a cantar. Una jota que por supuesto habla del Ebro y del Pilar y que la buena mujer convierte en un espiritual por vía de un exorcismo. González por fin llega con otros cinco empleados, todos ellos con su vista clavada en lo alto del armario.

- ¡Moricos, Enrique! ¡Moricos! ¡Han venido los moricos!

Juan González, calderero, de expresión indiferente, formula la pregunta:

- ¿Cómo vamos a bajar a Doña Angustias del armario antes de que vengan los de Telecinco?

- ¡A mí no me bajáis del Pilar, moricos! ¡Hijos de puta!

Enrique Broto, director general y acosador sexual en serie, se mesa su perilla plateada, que se dejó por consejo de Svetlana y dice:

- Ve a buscar al resto del turno. Vamos a arrastrar el armario hasta el cuarto de reuniones.

- ¿Pero como...?

- ¡Tirando de la alfombra, cojones!

Enrique Broto ha rugido, y cuando Enrique Broto ruge por lo menos una familia no tiene regalos en Navidad. Intentando no ser tocados por el dedo de ese destino, los seis trabajadores salen de la oficina al trote gorrinero. Enrique Broto, director general y conductor ocasional de Mercedes, intenta recuperar la compostura y mira a su madre, que en esos momentos está intentando convertir su chaqueta de entretiempo en manto virginal.

- No sé cómo me puedes hacer esto, mamá.

- ¡Eres un putero, Enrique! ¡Y la Virgen del Pilar lo sabe!

Diez, quince, veinte trabajadores se encuentran en la oficina. Sus mal disimuladas miradas divertidas suman entre todas una carcajada y Enrique Broto, director general y muy conocido por su falta de empatía, se siente hoy especialmente empático.

- A ver, si tiramos todos a la vez... Alguien tiene que empujar...

- ¡Enrique, que me llevan de procesión!

- Soriano, ponte tú delante...

- Doña Angustias, agarresé, por favor, que no...

- ¡Mira, Enrique!

Doña Angustias Sorolla, reina madre y Virgen del Pilar, da palmadas de manera sorprendentemente regular mientras diez, quince, veinte trabajadores arrastran su armario hasta el cuarto de reuniones, centímetro a centímetro. El teléfono de Enrique Broto suena en ese momento. El tono del móvil es la canción de Bob Esponja. Sí, capitán.

- Ahora no, Cándido.

- ¡Vaya tetas tiene la arquitecta de Alicante, Enrique!

- Van a venir a entrevistarme por lo del casino. No es el momento.

- ¡Y vaya falda lleva! Seguro que es un putón. Tiene unos labios que han tenido que chupar más pollas que tú regaliz, Enrique.

La frecuencia de las palmadas de Doña Angustias Sorolla aumenta.

- ¡Viva la Virgen del Pilar!

De entre los diez, quince, veinte trabajadores surge una voz anónima.

- Viva...

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